Imagina que entras en un bar y la mera idea de acercarte al camarero/a para pedir un café se vuelve algo terrorífico. Te giras y ves las mesas llenas de personas hablando entre ellas. Algunas hasta se ríen, y tú estás allí de pie, quieto/a, paralizado/a por el miedo. ¿Y si hablan de mí? ¿Y si se están riendo de mi apariencia? Los nervios se apoderan de tu cuerpo y la única vía de salvación está en salir corriendo.

Esta introducción bien podría ser común para los miles y miles de hombres y mujeres que sufren de FOBIA SOCIAL, o lo que es lo mismo: el miedo irracional a las interacciones sociales. Es un miedo del que todos/as podemos llegar a padecer a lo largo de nuestra vida.

Y esto es lo que le ocurría a Eric (nombre adaptado), quién llevaba más de 3 años sin poder acudir a una reunión, fiesta o evento social. Sólo podía mantener relaciones con familiares y amigos/as muy cercanos, y en grupos no superiores a 3 y 4 personas. Su miedo no se produjo de la noche a la mañana. Fue algo progresivo, aunque a través de las Terapias Neurocientíficas, descubrimos su origen.

Cuando vino a consulta, él tenía una vaga idea de cómo pudo empezar su trastorno. Según comentaba, de pequeño había sido un niño muy poco sociable. Era raro que invitara a compañeros y compañeras de clase a jugar a casa. Y fue creciendo manteniendo muy pocas relaciones. Sus mejores amigos eran dos chicos de su misma edad y tenía tendencia a encerrarse en casa con lecturas, videojuegos y programas de televisión. Por trabajo, estos últimos años, había empezado a tener que acudir a reuniones de su departamento y cada vez le costaba más.

Hace tres años tuvo que hablar en público en una de las reuniones a las que acudió el coordinador general. Este hecho le produjo un gran estrés y malestar, haciendo que tuviera insomnio y problemas digestivos las semanas previas al acontecimiento. El día de la presentación no pudo acabar su exposición ya que se quedó bloqueado. La respuesta por parte de sus supervisores fue negativa y esto generó un mayor estrés en Eric.

Ahora evita todo tipo de charlas en público y también ha ido limitando sus interacciones con sus compañeros y compañeras de trabajo. Lleva tiempo que ha ido reduciendo su presencia en los eventos sociales, fiestas y celebraciones de amigos y conocidos. Siempre responde que está ocupado o que ya tiene planes, aunque se queda en su piso encerrado.

Su nivel de miedo ha llegado a unas cuotas tan elevadas, que se está planteando dejar el trabajo. Esta situación hace que Eric acuda a consulta.

Al trabajar con las Terapias Neurocientíficas (concretamente con OWL THERAPY), descubrimos el MAPA (o red neuronal de recuerdos de Eric, respecto a sus sensaciones de miedo, temblores, nerviosismo, dolores de barriga…). En este MAPA aparecen registradas escenas del pasado, donde tuvo conflictos y burlas en el colegio; escenas de la adolescencia donde se quedaba en casa solo con miedo a ser rechazado por el grupo de compañeros; y también la experiencia de la presentación en la empresa; además, aparecieron escenas de su presente, de su día a día en la oficina; y finalmente, escenas de su futuro, donde anticipaba que tendría que volver a hablar en público, o el mero hecho de seguir relacionándose con compañeros/ as de su misma planta.

A partir de aquí, aplicamos las técnicas de “desensibilización y reprocesamiento” de Owl Therapy, como por ejemplo los movimientos oculares rápidos (que consisten en hacer que la persona siga con los ojos, los dedos del psicólogo/a, los cuales se mueven rápidamente en horizontal, emulando el efecto liberador de la fase REM del sueño). Esto facilitó que Eric pudiera ir liberando recuerdos y creencias negativas sobre su pasado.

A continuación, se combinó las Terapias Neurocientíficas con una escala de desensibilización sistemática o progresiva, en la que se marcaron unos objetivos de 0 a 10 (0 = menos perturbador o amenazante y 10 = máximo nivel de perturbación y amenaza). Este trabajo facilitó que Eric fuera superando situaciones que le causaban un poco de miedo como llamar a un amigo/a, salir a pasear, ir a un bar cercano.

Y ya en las etapas finales, la terapia se enfocó más en el ámbito laboral. Esto permitió que Eric se replanteará la idea de dejar su trabajo. Además, Eric ya no sufre por su futuro.

También es importante recalcar que el límite del efecto de las Terapias Neurocientíficas lo marca la propia persona. Eric decidió que lo que él quería era liberarse del pánico y del miedo que sentía en su día a día y en el trabajo. Pero una vez logrado, decidió que este nivel de control y de funcionamiento le eran suficientes. Esto hizo que el trabajo terminara en esta fase. No tiene porque, alguien que sufre de FOBIA SOCIAL, querer volverse una persona extrovertida y de lo más sociable. Si el deseo y objetivo de la persona es superar el miedo o el pánico en un nivel estable, puede ser suficiente.

Este caso nos enseña como todos los miedos son aprendidos, y que, aunque no nos acordemos de sus orígenes, a través de las Terapias Neurocientíficas podemos encontrar un MAPA para poder organizar la información. Además, podemos liberar todos estos recuerdos pasados, presentes e incluso las escenas futuras, ya que el cerebro dispone de los mecanismos para auto sanarse.

Eric es un ejemplo de cómo podemos remodelar y reaprender nuevas formas de funcionar. Nuestro cerebro dispone de una gran disposición para el cambio y la adaptación (neuro plasticidad). Alguien que ha estado mucho tiempo sufriendo, puede recuperar su calidad de vida en un tiempo más corto que las terapias convencionales.