La adolescencia es un periodo de cambios constantes y en todos los sentidos: a nivel fisiológico (su cuerpo está en plena transformación), psicológico (su manera de pensar y sentir se vuelve más compleja y elaborada), social (sus relaciones con su entorno se adaptan). Supone un reto para el/la joven y para todos los miembros de su familia. Son cambios muy rápidos y su capacidad de adaptación no siempre está en el mismo nivel.

Estos cambios son naturales y conllevan aspectos positivos, como la formación de su personalidad, la adopción de valores y la sociabilización e inicio de las bases de su futura profesionalización y apertura al mundo. Pero también comporta toda una serie de elementos no tan positivos como la creación de complejos, inseguridades y limitaciones tanto a nivel corporal, mental y emocional. Todo estos elementos pueden generar miedos, insatisfacciones estrés y ansiedades, pero es posible superarlos, aprender de ellos y aprovecharlos para su desarrollo.

Una piedra angular es la autoestima, fundamental en esta etapa vital, período en el cual se ve más amenazada y que requiere de un mayor esfuerzo y trabajo por parte de todos. Podríamos definir la autoestima, como la valoración personal y el respeto que siente un individuo por si mismo/a. Es un factor interno que puede expandirse y potenciarse.

Si se logra una buena autoestima, el/la joven se tratará con respeto, atenderá a sus necesidades y defenderá sus derechos con seguridad.

Otro elemento relevante es la auto aceptación, es decir, cuando el/la joven es capaz de reconocerse y admitir lo que le gusta o lo que le disgusta de sí mismo/a, sus puntos fuertes y débiles, en todo su conjunto como un ser humano íntegro y valioso.

La baja autoestima puede venir de un exceso de crítica, comparaciones, etiquetas, falta de refuerzo o valoraciones, incongruencia por parte de sus modelos (padres, tutores u otros familiares). También el desprecio o desvalorización por parte de sus compañeros/as puede ser una merma en su autoestima.

autoestima

 

Para poder trabajar la autoestima de el/la joven en casa:

– Tener presente los éxitos o acciones positivas del día (no sólo los fallos o defectos).

– Identificar sus puntos fuertes y animarle a desarrollarlos.

– Hacer una lista de sus cualidades y colgársela en algún lugar visible para él/ella.

– Escribir en una lista las etiquetas que pueden ser más negativas y rebajarlas o suavizarlas (por ejemplo, es un vago = cuando se lo propone lo consigue; es despistado/a = está mejorando su atención).

– Recordar y comentar de vez en cuando sus éxitos del pasado (enseñarle fotografías, diplomas, medallas, premios que ha ganado).

– Enseñarle a buscar alternativas a sus preocupaciones. Sobre un hecho que haya ocurrido, animarle a que busque cómo mínimo seis posibles alternativas sobre sus pensamientos del conflicto y tratar que estas sean neutrales o positivas (“quizás tu mejor amigo/a no es que te odie, ha tenido un mal día en casa”, “o está triste porque está enfadado con otros amigos/as”…).

– Enseñar la diferencia entre hacer un fallo o cometer un error, o ser alguien que fracasa. No es lo mismo hacer que ser.

– Evitar comparaciones. Cada persona es única y desconocemos la historia real detrás de cada uno/a.

– Animarle a generar planes y propuestas. Que no esté pendiente continuamente de los demás (trabajo con la autonomía).

– Dejarles margen para que sean ellos/as mismos quienes resuelvan sus problemas, al menos en una primera instancia (darles seguridad y apoyo mientras se esfuerzan por ser autónomos).

– Hablar de los problemas y conflictos. A veces basta con preguntas sencillas que rompan con la rutina: ¿qué es lo más divertido que has hecho hoy?; ¿con quién has pasado más tiempo hoy?; ¿qué es lo que hubiera hecho el día más interesante/ que hubieras cambiado?

– Ser paciente. Trabajar tus emociones. Los padres son el referente primario de sus hijos. Si no se gestionan las propias emociones, los jóvenes encontrarán modelos contrarios a lo que están predicando o enseñando.

– Hacer conjuntamente una lista de lo que estamos agradecidos. Ser conscientes y agradecidos de aquello bueno que tenemos es una manera fácil de poder valorarlas más y de poder estar más satisfechos con la vida.

– Animarles a hablar de sí mismos/as. Escuchar atentamente cuando tengan ganas de expresarse. No siempre es fácil, pero hay que aprovechar las ocasiones que se presten para comunicarse y hablar de ellos/as mismos.

– Alentarlos a lograr metas y a marcarse objetivos (que encuentren sentido a su día a día y a aquellos planes futuros que se proponen).

– Efectuar un listado de autoafirmaciones positivas. Estas pueden ser configuradas conjuntamente y pueden recitarse a diario delante del espejo. “Mi familia me quiere y me valora”. “Soy alguien hermoso/a y me acepto con mis defectos”. “Aprendo de mis errores y sigo creciendo”.