Vivimos en una época donde los medios de comunicación están continuamente remarcando escenas, noticias y situaciones con connotaciones negativas. Este intenso y reiterado envió de estímulos hace que a nivel global las personas sientan emociones limitadoras como el miedo, la preocupación o la angustia. Estas actuaciones llevan años infligiendo un daño en la sociedad, pero en los recientes meses se nos ha estado inculcando cada vez más esta cultura del miedo.
Pero, ¿miedo a qué?
Miedo a una crisis; a conflictos sociales; a guerras; a hambrunas; a la inmigración; a nuevos movimientos sociales; a la pobreza; a posibles ataques; al paro; a la subida de los precios; a las enfermedades…
Y estos mensajes debido a su repetición y a su alto impacto emocional (no olvidemos que los medios utilizan imágenes y músicas de lo más llamativas) hacen que finalmente los interioricemos. Y como resultado (tal como decíamos anteriormente): acabamos por conectar con sentimientos y emociones que nos paralizan.
Pero, ¿qué ocurre a nivel global?
Hemos de pensar que las emociones se contagian, con lo cual, si tu sientes miedo y no lo compartes, este miedo acaba estancándose. Pero somos seres sociales, y como resultado, acabamos compartiendo nuestras emociones y nuestros sentimientos con todas las personas que tenemos a nuestro alrededor.
Sino fíjate… ¿De qué hablan tus amigos/as, tus compañeros/as, tus familiares…?
Llega un punto en el que es inevitable que tengas estímulos que te hagan evocar ese miedo.
Entonces, ¿cuál es la solución?
La solución recae en poder gestionar correctamente estas emociones. Para ello hay que ganar consciencia de cuáles son los estímulos que nos evocan todas estas reacciones emocionales.
Si sabes que después de mirar las telenoticias te sientes enfadado o temeroso/a, entonces quizás sería una buena idea descartar esta actividad. Si descubres que cada vez que lees ciertos diarios o revistas te sientes angustiado, tal vez podrías limitar estos medios. Y si en algunas conversaciones te sientes abatido porque se hablan más de críticas que no de soluciones o de temáticas más optimistas, puede que no sea el mejor grupo. O puedes tú mismo/a proponer hablar de otros temas.
Al final, tú eliges que emociones quieres cultivar. Puedes reforzar el miedo o la valentía, el pesimismo o el optimismo, la angustia o la seguridad.
Todos tenemos un punto de responsabilidad y todos formamos parte de esta sociedad, con lo cual podemos cambiar nosotros/as para facilitar un cambio a un mayor nivel.
Tú puedes realizar esta transformación, pero la base reside en la consciencia. Si no eres consciente de que estás en una cultura donde impera el miedo y la tragedia, no podrás cambiar estos estímulos.
Necesitamos más personas que puedan conectar con la alegría, con el optimismo, con las soluciones y las innovaciones. Estas personas son las que ayudan a encontrar remedio a los problemas, no a hacer que los problemas se vuelvan más grandes.