Poner límites es algo necesario en la crianza de los hijos/as.

Una de las quejas que más escucho en consulta es la de madres y padres preocupados porque no saben cómo responder ante las presiones de sus hijos/as en el día a día.

Tanto si eres padre, madre, abuelo, abuela seguro que en tu entorno convives con niños/as o adolescentes. Es por este motivo que en el siguiente artículo te explicaremos la importancia de poner límites y cómo establecerlos.

Cuando pensamos en un niño o adolescente debemos tener muy claro que los límites son una parte esencial en su educación. El gran problema nos lo encontramos en muchas madres y padres que tratando de dar una educación mucho más permisivo (en contraposición a un modelo más autoritario, que es quizás el que vivieron de pequeños), se encuentran con graves dificultades en la crianza de sus hijos/as.

Los límites son vitales, ya que es la mejor forma de poder equilibrar la balanza en una relación, sea del tipo que sea. Sin límites se pierde el respeto y no permite que cada parte tenga su espacio y su responsabilidad. Es por este motivo que debemos interiorizar la idea de que decir “no”, expresar contrariedad o delimitar muy bien las normas en casa o en otros entornos es básico para poder realizar una correcta crianza.

Si no lo hacemos descubriremos en un futuro que los niños/as se convertirán en adultos que no encajan en una sociedad en la que sí que están presentes todo tipo de límites.

Por este motivo, si tenemos dificultades a la hora de establecer estas limitaciones, es importante que nos preguntemos por la intención positiva. ¿Para qué lo hacemos? ¿Cuál es el propósito de poder decir “no” a nuestros hijos/as? La respuesta: queremos que crezcan de forma equilibrada pudiendo también desarrollar sus competencias emocionales como la tolerancia a la frustración, la capacidad de escuchar, el poder de empatizar…

¿Cómo hacerlo? La respuesta consiste en ser lógicos y consecuentes. Vivimos en un mundo de causa y efecto. Si yo no voy a trabajar es muy probable que en el trabajo me digan algo o si me dejo de cuidar a la larga, puedo acabar enfermando. Esto se nos olvida cuando estamos con los niños y niñas o adolescentes. Nos cuesta poner límites consecuentes porque nos sabe mal su reacción o porque nos aferramos a un rol más de padres amigos/as que de padres íntegros.

La propuesta es determinar cuáles son aquellos aspectos o situaciones en las que queremos que nuestros hijos respondan o se impliquen. Es importante explicar lo que realmente esperamos de ellos/as de forma clara y precisa, no lo que no queremos. En el caso de los jóvenes y adolescentes es vital poder llegar a pactos y acuerdos. Entonces en caso de que no se cumpla lo pactado, es cuando aplicaremos las consecuencias, que no son castigos, sino respuestas causales a sus comportamientos.

Por ejemplo, si el niño/a o joven no limpia su habitación, la consecuencia es dejar que la habitación esté desordenada hasta que él/a se dé cuenta de que el gran perjudicado es él/ella mismo/a (a la que venga un amigo/ga, familiar en casa seguro que reaccionará).

Si sigue sin querer ordenar la habitación entonces, pasaremos a limitar ciertos privilegios como podrían ser las pantallas (por uso de ocio, no de estudio). Debemos remarcar que no es un castigo, sino que él/a mismo/a se está auto limitando, ya que las pantallas (por ocio, no por estudio) son un privilegio, es decir, un elemento extra.

Lo mismo podemos hacer con las horas de llegada para cuando salen nuestros hijos/as. Cuando determinamos un horario de retorno, si éste no se cumple, entonces el margen de tiempo sobrepasado se resta al horario de llegada de la próxima salida. Así, lo que hacemos es establecer unas consecuencias lógicas para que aprenda la importancia de la puntualidad. No eres tú como padre/madre quien le está castigando, sino que es él/a quien se está limitando al romper las pautas establecidas.

Igual sucede con la ropa sucia si el niño/a no decide ponerla a lavar o recogerla. Podemos determinar que no vamos a lavar más su ropa hasta que cumpla con los mínimos establecidos (importante tener presente la edad del hijo/a). Esto genera la consecuencia de que al encontrarse sin ropa limpia pueda hacerle reaccionar. Es una forma de enseñarle autonomía y auto responsabilidad.

Poner límites es primordial, pero no podemos olvidar el hecho de mantener espacios de comunicación y conexión con nuestros hijos/as. Sólo así equilibraremos la balanza de la relación.

 

Dr. Oriol Lugo
Co-director de OWL INSTITUTE. Institut Psicològic
Psicólogo y Coach
Experto en Terapias Neurocientíficas