Imagina por un momento que estás en una comida y vas a la cocina a buscar un plato lleno de sopa. El plato está tan lleno que a cada paso que das tienes que vigilar de no derramar su contenido en el suelo. Al llegar a la cocina, te das cuenta que en realidad tienes que llevar además el plato de otro compañero/a. Aquí es cuando empieza el reto, porque si con uno ya parece un reto, imagina con dos.
Esto es lo que nos sucede muchas veces cuando iniciamos una relación. En un principio nos es más fácil llevar con mayor sujeción el plato de la otra persona. Le dedicamos más tiempo, más energía y en muchas ocasiones nos quitamos de estos recursos a nosotros/as mismos/as. Es una parte habitual en la etapa de enamoramiento.
Pero, ¿qué ocurre con el paso del tiempo?
Nos vamos dando cuenta que esta metodología no es la mejor ya que puede que en el transcurso de los meses quizás nuestro plato está muy vacío. Hemos priorizado nuestro compañero/a a nuestros propias necesidades.
Aquí es cuando nos damos cuenta que sería bueno buscar un equilibrio. El equilibrio es complicado porque en realidad la otra persona también está llevando dos platos. Es decir, sois dos seres humanos completos que están haciendo una gestión de su tiempo y de sus recursos. Una tarea para nada fácil pero que, si se trabaja, puede aportar grandes beneficios.
Entonces, ¿cómo podemos llegar a alcanzar este equilibrio?
1.- El primer punto es darte cuenta de cómo está repartida la balanza. ¿Das más a tu pareja de lo que recibes? ¿Recibes más de lo que das a tu pareja? Si no eres consciente sobre la balanza que hay en la relación entonces será muy difícil de hacer cambios.
2.- Tener presente las expectativas. Estas son las listas de deseos sobre lo que te gustaría y lo que esperas en la relación. “Me gustaría que mi pareja me enviará más mensajes”, o “Espero que mi pareja pueda organizar una escapada”… Las expectativas son normales en una relación. El problema está cuando lo que esperamos no se acaba materializando.
3.- La comunicación es la base de toda relación humana. Cuando no hay comunicación la relación acaba por desaparecer. Cuando hablamos de comunicación la planteamos en unos criterios de calidad (un tiempo y unas condiciones que sean agradables para los dos), respeto (con educación y haciendo sentir bien a la otra persona) y con sinceridad (pudiendo expresar lo que realmente uno siente y piensa).
4.- Esto nos lleva a la confianza. Cuando es posible compartir y comunicarse entonces las dos partes sienten que sus lazos se refuerzan. El vínculo es más sólido porque están construyendo la relación desde las bases anteriormente descritas. Si falla por ejemplo uno de los pilares como podría ser el respeto. Aquí debemos expresar nuestro desagrado o poner límites. Por ejemplo: “Me siento mal o triste cuando tú dices o haces estas acciones…”; “La próxima vez que chilles voy a irme a otra habitación para sentirme más tranquilo/a, o voy a dejar un espacio para que cada uno/a reflexione”.
5.- Y el último punto que nos puede ayudar a encontrar el equilibrio es a través de los pactos y compromisos. Teniendo presente que cada uno/a necesita su espacio y tiempo para sus asuntos personales, es fundamental que se encuentren formas de poder cumplir con nuestras necesidades. Por ejemplo, poder tener nuestros momentos para estar con nuestros amigos/as y familiares. O disponer de nuestro espacio para poder estar solos/as o practicar nuestras aficiones.
Al final, no existe el equilibrio perfecto. Llevar dos platos de sopa totalmente llenos a la vez, es una tarea que parece complicada, pero que a medida que se va practicando se va mejorando. Y lo más importante: no estás solo/a, estás acompañado/a de otra persona que también está realizando lo mismo. No hay maestros/as, todos somos aprendices y siempre podemos seguir aprendiendo.
Ana Farré y Oriol Lugo
Co-directores de OWL INSTITUTE. Institut Psicològic
Psicólogos
Expertos en Terapias Neurocientíficas