Vas conduciendo por la carretera y de repente, se enciende la señal del motor en el panel luminoso.

La gran mayoría de las personas que estáis leyendo estas páginas os pararíais en una área de servicio o espacio de descanso y consultaríais el origen del problema.

Pero, ¿y si en lugar de que se encendiera una luz en el coche, se tratara de un dolor de espalda, de un sentimiento de rabia o una gran tristeza?

La gran mayoría de las personas acostumbramos a no pararnos, a no consultar ni explorar el origen. Todo el contrario, tenemos tendencia a seguir adelante, a tomar una pastilla o a distraernos con algo que nos pueda entretener.

¿Qué le pasa cuando un coche no se repara? Pues que al final acaba sufriendo un accidente. ¿Qué les pasa a las personas cuando no escuchan a su cuerpo ni a sus emociones? Pues que al final también acaban sufriendo. Quizás no de un accidente, pero sí, en el mejor de los casos, de malestar y desazón y, en el peor de los casos, de enfermedades o trastornos.

Cada dolor es un aviso, una señal de algo que no va bien en nuestra vida. Cada emoción o sentimiento es un llamamiento que hace nuestro organismo para avisarnos de algún asunto no resuelto.

Las emociones son llamamientos a cambiar o a pasar la acción. El miedo nos indica que hay algún elemento que interpretamos como un peligro. En exceso el miedo nos bloquea y nos paraliza (exceso de protección), en una falta de presencia, entonces iniciamos comportamientos temerarios. La rabia es un llamamiento a defendernos, a cambiar los acontecimientos. En un exceso podemos llegar a ser impulsivos y destructivos. En una falta de esta emoción, entonces somos pasivos y no nos hacemos respetar o valer.

¿Y la tristeza? Esta es la emoción o el sentimiento más mal interpretado. La tristeza es una emoción que cómo todas las otras también cumple una función, concretamente la de liberar nuestras tensiones y nuestros males. Al igual que la lluvia limpia las calles, las lágrimas nos ayudan a poder soltar aquello que nos ha hecho daño. Tenemos muy claro que cuando uno sale a hacer deporte acabará sudando. Pues bien, con el llanto activamos un mecanismo de liberación de las tensiones acumuladas. En resumen, llorar no es de débiles, es de personas fuertes que se cuidan y que se dan el permiso para poder liberar aquello que les ha hecho daño o que los está haciendo sufrir.

Además, cuando lloramos, liberamos hormonas que nos ayudan a sentirnos más tranquilos y relajados. Por lo tanto, la próxima vez que tu cuerpo o tu mente te indique que tienes algún dolor, malestar o preocupación, no lo tapes, no huyas, no desvíes tu atención. Pregúntate qué te quiere decir esta sensación o este sentimiento. Quizás no sabes el origen, pero si prestas atención seguro que descubres su mensaje oculto.

Cómo si se tratara de una carta, de ti depende si quieres abrirla y qué quieres hacer al respecto. Yo te recomiendo que una vez te pares a sentirte, empieces a hacer las acciones o los comportamientos que te ayuden a sentirte mejor.

 

Cuídate, porque sólo tienes un cuerpo y sólo tienes una vida.

 

Oriol Lugo

Psicólogo y Coach

Co-Director de OWL INSTITUTE. Institut Psicològic