Dentro del armario, debajo de la cama, escondido en la oscuridad o simplemente, en algo cotidiano que me da miedo. Esta emoción es completamente normal a cualquier edad ya que tanto niños como adultos la sufren, en mayor o menor medida. Pero, ¿cuándo deja de ser “algo normal” y tenemos que buscar ayuda?

El miedo es una reacción fisiológica diseñada por la evolución para eludir situaciones de peligro, inmediato o potencial. Muchos niños expresan temor ante situaciones cotidianas concretas (acostarse, estar a oscuras, quedarse solo, ir a la escuela, etc.).

Sin embargo el miedo no es igual que una fobia o ansiedad. Entonces, ¿cuál es la diferencia?

Pues mientras que el miedo suele ser una reacción para ponerse a salvo de un peligro potencial (por ejemplo cuando el niño está cerca de un perro desatado), la fobia se produce cuando no hay nada racional que justifique el miedo (por ejemplo: el perro está lejos, atado y aún así la persona siente una gran angustia hasta que no desaparece del todo de su campo visual). Por su parte, la ansiedad va un paso más allá: es un miedo que puede dispararse sin una causa concreta, que ni la persona afectada sabría describir con exactitud.

En general, que nuestros niños/as expresen alguna miedo no debe preocuparnos. La situación sólo es problemática cuando el terror del niño es desadaptativo, es decir, cuando no hay indicios racionales que justifiquen un miedo muy grande. También puede ser una señal de alerta si, con el paso del tiempo, algunos miedos no van desapareciendo, aunque sea de una forma progresiva.

Su desarrollo en función de la etapa vital suele ser, normalmente:

  • Primera infancia (6 meses a 2 años): un bebé no expresa miedo propiamente hasta los seis meses. Pueden tener miedo a los desconocidos e incluso sentir ansiedad ante la ausencia de los padres, pero en general estos miedos son positivas y pueden indicar, incluso, una cierta madurez.
  • Etapa preescolar (2 a 6 años): evolución de los miedos infantiles, ya que hay más estímulos que puedan provocarlas. Pueden entrar en escena estímulos imaginarios y los miedos pueden hacerse un poco más abstractas (fantasmas, monstruos, etc.). El miedo a los animales se desarrolla en esta etapa, y puede perdurar como fobia hasta la madurez.
  • Etapa escolar (de 7 a 11 años): los miedos empiezan a ser menos imaginarias y más basadas en la realidad. Puede aparecer el miedo a daños físicos, los accidentes, los tratamientos médicos, etc. Ocasionalmente pueden empezar a manifestarse el miedo a cosas como no adaptarse socialmente al entorno o al hecho de que los padres se separen, si el ambiente familiar no es propicio.
  • Pre-adolescencia (12 a 14 años): en esta etapa hay una importante reducción de los miedos anteriormente acumuladas. En lugar de ellas, toman importancia las relacionadas con el fracaso escolar o con el no ser aceptado por otros compañeros.
  • Adolescencia (15 a 18 años): siguen un poco la línea de la etapa anterior, aunque cobran fuerza las preocupaciones por las relaciones personales, y por los logros académicos, deportivos, situaciones sociales, etc. En cambio, los temores a cosas como el peligro o la muerte que se hayan podido experimentar anteriormente se van diluyendo poco a poco o madurando.

¿Qué podemos hacer para hacerle frente al miedo desde casa?

  1. Es fundamental, antes que nada, no regañarlos ni obligarles a cambiar de actitud. Si un pequeño tiene fobias es importante que NO le hagamos sentir mal por ello, sino que le expliquemos que el miedo es una emoción normal en ciertas situaciones. Por extraño que pueda parecer su miedo, nunca hemos de ridiculizarlo.
  2. Comunicaros con él y analizad juntos la situación con naturalidad. Que él se sienta cómodo para explicar de qué tiene miedo.
  3. Poco a poco, que vaya afrontando las fobias juntos. Por ejemplo, si el pequeño tiene miedo a los perros, no los evites siempre cuando os crucéis uno por la calle.
  4. Ofreced vuestro apoyo y demostrad que no deben tener miedo de una situación cotidiana, o al menos, no deben tener una respuesta exagerada. Ayudad a analizar racionalmente que está fuera de peligro o que él mismo pueda evaluar su nivel de miedo y proporcionad estrategias para que, poco a poco, vaya venciéndolo (respirar profundamente, pensar en cosas agradables, recordar por qué está fuera de peligro , etc.).

En caso de niños en etapa escolar, muchas veces, dentro de terapia, trabajamos los miedos ridiculizando el objeto que nos da miedo. Es decir, cuando se trata de algún miedo concreto e imaginario (monstruos, fantasmas, algún muñeco, etc.), utilizamos una estrategia que podemos encontrar en la saga de Harry Potter.

Tanto en la película como en el libro encontramos que un profesor de magia les enseña a sus alumnos a enfrentarse a lo que les da más miedo, pidiéndoles que se lo imaginen de una forma ridícula o inofensiva. De este modo, lo que nos daba miedo acaba perdiendo su intensidad y el miedo se acaba reduciendo.

 

 

 

 

Víctor Carretero

Psicólogo y Psicoterapeuta

Experto en Terapias Neurocientíficas

Colaborador en OWL INSTITUTE. Institut Psicològic