Existen muchas formas de educar a los hijos/as, pero sí que podemos estar de acuerdo en que las nuevas tecnologías están suponiendo un gran reto para las familias y para los profesionales del mundo educativo.

Para empezar, nos encontramos con una simple y clara realidad que es que las pantallas ya están más que presentes en nuestros entornos cuotidianos. Aunque no quieras, tus hijos van a acabar interactuando con una pantalla. El problema lo van a encontrar cuando no dispongan de unos límites claros y de una correcta explicación de sus usos.

Entre los modelos de educación familiar podemos encontrar una tendencia autoritaria y una tendencia laissez faire, ¿pero existe un punto intermedio?

Sí, podemos optar por un equilibrio que pueda recoger lo mejor de las dos posturas. Es importante poder establecer límites y normas, y a la vez dar un margen de libertad y de autonomía. En el caso de las pantallas, sería por ejemplo, el hecho de poder poner unos horarios o unas mínimas normas para que los hijos/as no lleguen a hacer un abuso de estas.

Otro aspecto fundamental es el de la gestión emocional. Disponemos de la capacidad para interactuar con un gran número de personas, pero a la vez nos sentimos solos/as o con falta de tiempo de calidad. Esto se debe a que las pantallas son un soporte, pero no pueden convertirse en un sustituto de una interacción real, presencial, cara a cara… Es sorprendente ir a un parque y encontrar niños/as y preadolescentes con móviles en las manos. También nos estremecemos al ver en un banco a padres y a madres, y todos con el teléfono en las manos, en lugar de estar jugando o mirando a sus niños/as.

¿Se han perdido ya las ganas de interactuar con nuestros familiares?

No, pero las tecnologías disponen de elementos capaces de secuestrarnos a nivel emocional. Cada interacción con las redes sociales puede generar toda una serie de recompensas a nivel neuroquímico que hacen que los usuarios/as tengan más ganas de seguir conectados/as.

Esto lo podemos también apreciar con los niños/as cuando miran videos del YouTube. Cada vídeo que ven hace que tengan más ganas de ver otro, y así hasta el infinito.

Es por esta razón que, a nivel familiar, se debe optar por mantener unas rutinas básicas. Por ejemplo, nosotros/as recomendamos que las familias puedan desayunar, comer o cenar como mínimo una vez al día estando todos los miembros juntos. Y en estas comidas está absolutamente prohibido el uso de móviles o del televisor.

También retamos a las familias a que encuentren en la semana una actividad que les implique a todos/as y que les lleve a mantener un contacto con la naturaleza. Vivimos muchas veces encerrados en la rutina de la casa y de la escuela/ trabajo.

Nosotros como expertos en el ámbito de la gestión emocional y el trabajo con la inteligencia emocional, proponemos muchas veces juegos en familia para poder compartir sentimientos, expresar emociones y también generar lazos y vínculos más estrechos. Por ejemplo, el hecho de jugar con globos/pelotas con emojis dibujados, pudiendo compartir vivencias donde hayan experimentado esa emoción; o realizar un mural de autoestima entre los miembros de la familia, pudiendo expresar aquellos elementos que tiene el otro/a; o poder por ejemplo ver una película con una temática educativa y que contenga unos valores propicios para la educación emocional (“Del revés”…).

Al final, todos creamos rutinas, lo importante es generar aquellos hábitos que nos permitan poder sentirnos mejor con nosotros/as mismos/as y con las personas que tenemos en nuestro entorno. Otras opciones podrían ser: establecer días de cena especial/ o temáticas con toda la familia (de esta manera podemos también cultivar emociones de alegría y de entusiasmo). Además, podemos realizar una semana donde tengamos que realizar sorpresas positivas a distintos miembros de la familia: escribir post-its con elementos positivos de esa persona, hacer pequeños regalos, o detalles con manualidades.

Todas estas actividades buscan una interacción más humana y también el desarrollo de emociones que nos hagan sentir bien y refuercen nuestras relaciones.

Y para las parejas, también es importante poder encontrar espacios personales para poder así mantener su propia relación. Es por esta razón que se recomienda dejar una franja horaria para poder verse y realizar algo que les guste a los dos. El mantener rutinas o hábitos conjuntos, como podría ser el practicar deporte o el ir a comer/ cenar como una forma habitual, ciertos días de la semana. Si no se establecen estas pautas, es fácil caer en la vorágine de hijos-trabajo, y de no dejar tiempo para la relación o para la propia persona.

Aunque en el futuro tendremos nuevos retos, podemos siempre adaptarnos y aprovechar el lado positivo de las cosas.

 

 

 

 

 

Oriol Lugo

Co-director de OWL INSTITUTE. Institut Psicològic

Dr. en Psicología y Coach

Experto en Terapias Neurocientíficas