Muchas veces pensamos que el motivo de nuestro estrés y de los problemas cotidianos de nuestro día a día es a causa del ritmo al que va la vida, que en la era de la información todo va deprisa y hemos de mantener esa velocidad. Por muy tópico que resulte esta explicación, no deja de tener cierto sentido. Pero muchas veces tendemos a malinterpretar esa realidad y a utilizarla para justificar un avance sin rumbo en nuestras vidas.

Vivir a un ritmo más acelerado no significa vivir sin un objetivo hacia el que dirigir nuestro esfuerzo y atención. Pero muchas veces, es lo que terminamos haciendo: Pasamos los días en una rutina vacía, sin una meta clara o potente, lo cual nos lleva a desarrollar una vida automática, invadida por el estrés, la desilusión y la apatía. ¿Tan importante es, pues, marcarse objetivos? Inequívocamente, SÍ.

Tal como explica Robin Sharma en varios de sus libros, es que el objetivo más importante de la vida es tener un objetivo en la vida. Esta cita puede sonar redundante, pero en realidad tiene un significado muy profundo.

Muchas personas se pasan la vida soñando ser más felices y vivir una vida más plena y apasionada. Sin embargo, no dedican nada de tiempo a repasar qué objetivos persiguen para que su vida tenga como resultado esa felicidad y plenitud. Sin centrarse en qué deben hacer para poder lograrlo, hacia donde han de apuntar para conseguir esa meta, siguen soñando en esa idea lejana de una mejor situación para su vida. Pero al final, todo se limita a eso, un sueño o una ilusión que al cabo del tiempo deriva en frustración por no verse realizado.

Sin ese objetivo, nuestro camino se queda a medias, solo con la situación donde estamos y a dónde nos gustaría llegar, pero sin el qué hemos de hacer para conseguirlo. No somos conscientes de la falta de urgencia que implica encontrar esta parte. No se trata de saber que queremos “ser felices en nuestra vida”, sino de saber “que hay que hacer para ser felices en nuestra vida”.

Si nos situamos en una mentalidad de “algún día me gustaría ser feliz”, “desearía ser más activo”, “querría ser más…”, esperando a que eso suceda, deberíamos hacernos una pregunta. ¿Cómo nos va esa forma de pensar/actuar? ¿Tenemos garantía de resultado? Esta mentalidad en la que imaginamos que en el futuro nuestra situación mejorará (pero en la que no sabemos qué debemos hacer o adonde ir para conseguirlo) se acaba perpetuando y solo lleva consigo a una vida de postergación, potencial no conseguido y arrepentimiento.

Existe un pequeño experimento que consiste en coger papel y lápiz y responder una simple pregunta: ¿qué es lo que deseas? La pregunta es fácil de entender, pero la mayoría de la gente, cuando lee la pregunta, siente una corriente de ideas que llega a su mente. Una ráfaga de preguntas sin orden alguno. Pero esta confusión, resulta difícil poner en orden esas ideas y la gente termina por no dar una respuesta clara o que defina bien su deseo real.

Esta falta de claridad es precisamente el problema: no tenemos una imagen clara y específica de nuestros deseos. Entonces, si no tenemos claro lo que queremos, ¿cómo podemos llegar a ello? De ahí, la importancia de marcarnos un objetivo, un rumbo.

¿Y cómo nos marcamos esos objetivos de una manera efectiva?

Existen cinco cualidades que ayudan a realizar de forma adecuada y efectiva un objetivo, todas resumidas en el acrónimo en inglés SMART. Las siglas se traducirían en que un objetivo ha de ser Específico, Medible, Alcanzable, Realista y Temporal.

Al hacer que un objetivo sea específico, concretamos y clarificamos qué queremos realmente, sin que podamos perdernos en otros detalles. También nos ayuda el poder medir y cuantificar si lo estamos llevando a cabo. Asimismo, es importante que nuestro objetivo pueda ser alcanzable, es decir, que pueda resultar un reto para nosotros pero a la vez posible de conseguir. Por eso también es necesario que este se ajuste a la realidad y a nuestras capacidades. Por último, es imprescindible que los objetivos sean temporales, es decir, que estén acotados a un período de tiempo para no postergarlos.

A partir de aquí, es cuando debemos preguntarnos, ¿cuál es nuestro objetivo en la vida?

 

 

 

 

Víctor Carretero

Psicólogo y Psicoterapeuta

Experto en Terapias Neurocientíficas

Colaborador en OWL INSTITUTE. Institut Psicològic