Tal y como entiendo esta expresión, “hacerse el sueco” significa fingir que no entiendes o no escuchas algo, o pretender estar despistado. Por ejemplo, si ves a alguien por la calle y no te apetece saludarlo, haces como que no lo has visto y pasas de largo. En este artículo quiero dar un significado más amplio a esta expresión, abarcando la idea general de relaciones humanas que se tiene en Occidente, y que en Suecia se ha hecho especialmente evidente. Esta idea de que “estamos separados” unos de otros, que cada uno tiene que mirar sólo por sí mismo y que provoca que la soledad aumente en detrimento del contacto humano.
El gobierno sueco, mirando por el bien de sus habitantes, apostó por una idea revolucionaria a principios de los años setenta: que todo el mundo fuera libre y que nadie dependiera de nadie para subsistir. Sólo dependerían del Estado, que les proporcionaría total seguridad. Así, se pretendió liberar a las mujeres de los hombres, a los hijos de los padres, a los abuelos de los nietos, etc. Esta idea se aplicó tan eficientemente, que ahora en Suecia puede llegar a ser normal que entre padres e hijos estén treinta años sin verse ni hablarse. Tanto es así, que muchos no sienten la necesidad de cuidar las amistades y las relaciones sociales (si total, el Estado les proporciona todo lo que creen necesitar). Tanto es así, que la mitad de la gente vive sola, la inseminación artificial aumenta día a día (muchas mujeres prefieren no tener que convivir con otra persona), y un 25% de la población muere sola o se suicida, a veces sin que esto sea percatado por nadie incluso hasta dos años después. Una de las actividades sociales más típicas en Suecia trata de ir a buscar personas desaparecidas/muertas en los bosques. ¿Triste? Yo diría más: ¡Espantoso!
Es cierto que Suecia es el máximo exponente del Estado del Bienestar, en el sentido de seguridad y economía…pero, ¿están realmente “bien” sus ciudadanos? Por supuesto muchos lo deben estar, pero, tal y como se refleja en el documental “La Teoría Sueca del Amor”, parece que se les ha escapado un detalle a la hora de diseñar su vida ideal: las relaciones humanas son imprescindibles para la felicidad. La soledad, en cambio, es la causa de muchas depresiones y enfermedades, ya que los seres humanos somos seres sociales por naturaleza. Ellos quisieron enfocarse en la autorrealización y pensaron que la seguridad económica era la única condición necesaria para cumplirla y, por lo tanto, conseguir la felicidad plena. Está claro que la autorrealización es importante, y que cada uno debe poder expresar su individualidad y lo que les hace únicos. Pero ¿qué sentido tiene autorrealizarte cuando no puedes compartir tus dones con nadie? ¿Quién eres tú sin el reconocimiento del otro? ¿Quién eres tu sin el otro? Debemos recordar que la mayoría de nuestras creencias, valores, pensamientos, nos vienen de los demás: de nuestra familia, nuestros profesores, nuestros amigos…Seguro que muchas habilidades que poseéis, las habéis podido desarrollar gracias a otras personas. Seguro que, si analizáis vuestro trayecto de vida, podéis ver que algunas de las decisiones más importantes de vuestra vida las tomasteis gracias a la recomendación de una persona, un consejo, un comentario o encuentro fortuito… Entonces… ¿somos realmente dueños de nosotros mismos? Si viviéramos en soledad y no nos nutriéramos de las relaciones humanas, no podríamos alcanzar esta anhelada autorrealización… Por lo tanto, la verdadera autorrealización sólo se consigue gracias a (y no “a pesar de”) los demás.
En Suecia y otros países nórdicos, se pierden facultades sociales porque no se desarrollan lo suficiente durante la infancia. No hay que subestimar la importancia de la inteligencia emocional para ser feliz, y cuando no se desarrolla lo suficiente, tiende a conducirte a la soledad en el futuro: no es fácil tratar con personas muy diferentes a ti, negociar, llegar a acuerdos… realmente es algo que debemos aprender y desarrollar desde bien pequeños.
Es importante reflexionar hasta qué punto, en Occidente, estamos tomando el mismo camino que Suecia. Cada vez, la sociedad es más individualista y materialista. Ya no conocemos a nuestros vecinos, hablamos lo justo con los desconocidos, giramos la cabeza si alguien sufre, y sabemos que cada vez hay más ancianos que se sienten solos, e incluso mueren también en profunda soledad.
Demos las gracias a la sociedad sueca por mostrarnos la gran importancia que tienen las relaciones humanas en nuestra vida, y así evitarnos caer en la trampa de sólo pensar en la seguridad material o económica, olvidándonos de sembrar aquello que nos puede proporcionar más felicidad: buenas relaciones sociales.
Además, fijémonos en que, normalmente, cuanto mejor sean nuestras relaciones sociales, menos probable es que terminemos sumidos en la pobreza. Las personas que, por desgracia, acaban viviendo en la calle, normalmente han cortado muchos lazos a nivel familiar y social (a parte de otros problemas que puedan tener, por supuesto).
Yo propongo que, para combatir la plaga de la soledad (y todos los males que acarrea), adoptemos una actitud opuesta a “hacerse el sueco”: saludemos a quienes nos crucemos, hablemos con la gente, tengamos contacto visual, contacto físico, ayudémonos unos a otros, ofrezcamos sonrisas, conservemos las amistades, reconozcámonos unos a otros.
En Suecia han llevado al extremo la autosuficiencia y la independencia personal, pero, como dice Zygmund Bauman, al final de la independencia no está la felicidad: al final de la independencia hay un vacío, una pérdida del sentido de la vida y un aburrimiento inimaginable. Así pues, debemos reemplazarla por una agradable interdependencia.
Fotografía: www.canva.es
Autora: Anna Soler
Terapeuta de PNL y experta en Terapias Neurocientíficas
Colaboradora en OWL INSTITUTE. Institut Psicològic
Nota: Este artículo no pretende criticar a los suecos, sino a la idea de individualismo extremo que se ha materializado de una forma más evidente en la sociedad sueca y que, si no cambiamos ciertas actitudes, se va a materializar también en el resto de Occidente.