Hollywood, des de bien pequeños/as, nos ha hecho soñar, pero también sufrir de pesadillas, como son: el temor al mar, a los tiburones, a las alturas, a los ladrones, a los fantasmas y demás monstruos y criaturas, padecer de pánico a volar, subir a un ascensor y a toda clase de accidentes… ¿Puedes pensar en algún título de cartelera que refleje alguno de estos elementos?

Todos/as hemos visto, ya sea en el cine o en casa, algunas de las películas más emblemáticas del siglo XX, que aparentemente parecían inofensivas, pero que dejaron una huella en nuestro inconsciente. Además, antiguamente la edad recomendada para visionar una película no se controlaba tanto como ahora hacemos con los niños.

Este era el caso de L. (nombre preservado), una mujer ya jubilada que en su nueva etapa vital estaba cumpliendo su gran sueño: viajar por todo el mundo.

Cada vez que se embarcaba en un avión su cuerpo reaccionaba como si estuviera en medio de una de esas películas de miedo o de suspense. Lo que la mente imagina es capaz de trasladarlo al cuerpo, de tal manera que, lo que parece ficticio, se convierte en real (efectos psicosomáticos). Es como cuando uno piensa que va a ponerse nervioso/a delante de un suceso molesto o desagradable y, a continuación, el cuerpo empieza a responder con sudores, temblores, dolores de cabeza y de barriga…. Quizás no es el suceso en sí, sino lo que pensamos y lo que representa ese acontecimiento para nosotros/as. Acto seguido el cuerpo responde a lo que la mente ha ido generando.

L. sufría de mareos, sudores y temblores cada vez que se montaba en un avión y también en lugares con cierta altitud. Había estado viajando por Europa, pero en algunos de estos viajes estuvo con mareos y vómitos. Sobre todo, cuando el avión donde viajaba tenía turbulencias, o si se asomaba en las barandas de edificios de más de diez pisos. Cuando estuvo en la Torre Eiffel o en Notre Dame, no pudo subir hasta el mirador, y minutos más tardes sufrió de intensos desvanecimientos.

Cuando empezamos con las Terapias Neurocientíficas (junio), L. tenía programado un viaje a Asia, para dentro de dos meses (agosto). Esto nos llevó a trabajar de una manera más intensiva (6 sesiones semanales seguidas). En la primera sesión, descubrimos los síntomas de sus miedos, a través de los recuerdos más recientes (mareos) en el vuelo destino a Suiza y al hacer luego unas rutas de montaña (temblores y desmayos por los temores a las alturas). Esas sensaciones físicas, nos sirvieron como elementos para poder hallar más experiencias del pasado. Aparecieron recuerdos de otros viajes, hasta llegar a las escenas más antiguas con algunas escenas de vértigos al asomarse al balcón del piso de sus abuelos (con cuatro años). Una vez registradas las escenas del pasado y las del presente, nos pusimos a registrar las escenas del futuro. Estas escenas no existen, pero son informaciones que la mente anticipa que podrían llegar a ocurrir. Si estas escenas del futuro no se liberan luego podrían seguir causando malestar en la persona.

Con el MAPA (registro de todas las escenas), nos pusimos a trabajar con la música de estimulación bilateral, el tapping y los movimientos oculares rápidos, para así liberar las sensaciones físicas, las emociones de miedo y de ansiedad y los pensamientos perturbadores de todas las escenas.

El resultado fue sorprendente para L. Se sintió, según sus propias palabras “muy descansada, al poder contemplar tanto su pasado como su futuro con tranquilidad”. No borramos los recuerdos, sino que desensibilizamos los niveles de estrés. También llegamos a reprocesar todos los contenidos perturbadores, para así dejar paso a la aparición de recursos y de otros recuerdos más positivos.

El proceso fue intensivo ya que la L. necesitaba hacer cambios y mejoras respecto a sus miedos en un breve periodo de tiempo. Unos meses más tarde recibimos algunas instantáneas de L. posando en un lugar que parecía un templo encima de una gran ladera. Por estas imágenes comprendemos que la terapia tuvo un efecto muy positivo.

Al igual que podemos aprender un miedo, también podemos reaprender a sentirnos seguros/as delante de cualquier situación o lugar. Nuestro cerebro tiene una gran plasticidad, lo que nos permite hacer cambios independientemente de la edad que tengamos o de la duración de nuestros síntomas.

¡Tú puedes hacer todos los cambios que te propongas!