Todos conocemos la temida edad del pavo. Los problemas de los adolescentes protagonizan constantemente las conversaciones de los adultos y las noticias. Comparado con nuestra época, son más vagos, beben más, fuman más, tienen más conductas de riesgo…
Estas quejas se repiten generación tras generación y no son más que la manifestación de la preocupación que tienen los padres y la sociedad por el futuro de los jóvenes. Sabemos que es una etapa complicada y de cambios constantes, pero ¿realmente les estamos ayudando al quejarnos tanto?
En la adolescencia, los chicos y chicas descubren y exploran su personalidad. Para ello, se fijan en qué dicen y cómo reacciona su entorno ante ellos, les servimos de espejo. Por eso es importante no retornarles una imagen tan negativa y distorsionada de sí mismos, pues lo incorporarán a su manera de ser.
Muchas veces somos las personas de su entorno las que anticipamos los cambios antes de que ocurran. Ellos perciben que ya no los vemos como a niños pequeños. Dejan de ser “monos” y recibir cariño y cuidado constante para pasar a ser “vagos” que deberían “espabilarse de una vez y ser más responsables”. Los jóvenes deben primero aceptar ese nuevo rol que les asignamos y luego ajustarse a él e incorporarlo a su manera de ser. Aquí debemos tener cuidado con el llamado Efecto Pigmalión que hará que se cumplan todos los miedos que esperamos que ocurran.
Por otra parte, incluso aunque no les ataquemos a ellos personalmente, estamos atacando a su grupo de pertenencia. Sentirse parte de un grupo es muy importante en esta etapa porque, como hemos mencionado antes, están formando su personalidad y formar parte de un grupo les da una guía para descubrir su identidad. Por eso, si criticamos a los adolescentes, para ellos es un ataque personal y les afecta, especialmente si lo hacen los padres.
Todo esto deberían ser razones de peso para empezar a cambiar la manera en la que hablamos de los adolescentes. Es necesario valorar que no todo son cosas malas, también es una etapa llena de entusiasmo, vitalidad, exploración y ¡seguro que a mas de uno le gustaría volver a ser joven de nuevo!
Cristina Luque
Psicóloga
Experta en Terapias Neurocientíficas
Colaboradora en OWL INSTITUTE. Institut Psicològic